DIVAGACIONES ‘K’
Cero a la cero tolerancia
Uno de estos días me subo a una unidad del transporte público, sí o sea un camión urbano, no traía para nada ganas de escuchar a nadie, ocupado, ya retrasado para llegar a la chamba, y con ganas de echarle la culpa al camionero que se para cada 5 minutos, habla por el celular y se porta muy ojete con los estudiantes que pagan con tarjeta de apoyo, bueno para eso se las dan, pero esos pleitos son otra historia.
De repente se sube un señor, adultos mayores, les llaman, “su pelo ya pintaba muchas canas” y trae una bocina de tamaño mediano, la prende y se empieza a escuchar la pista de una canción.
Con el enfado y la desvelada que traía, me dije “este ‘ñorcito’, se va a echar sus berridos, y luego con esa bocina infernal, nooo, que lo calle el camionero”, pero no, de gesto serio, del que sabe que no a todos les gusta escuchar a “talentos locales”, el señor espera la pista y empieza a lanzar su cantada, yo con ganas de haber traído mis audífonos y estar escuchando algún youtuber cómico, pero oh sorpresa, acompañado de la pista de “Qué de raro tiene” del gran Vicente Fernández, sale una voz férrea, fuerte, entonada y muy agradable al oído, y entonces yo no he de haber sido el único que había puesto cara de sorpresa, porque el señor sonrió y mientras cantaba sonreía con más ganas.
Nombre, el camión se volvió el lugar de un concierto, muchos pidieron otra y sí, dado el espacio recorrido, alcanzó para otra y la otra, a la hora de casi llegar al centro que era mi destino se había echado tres canciones completas.
Mira, lo que son las cosas, yo que me había subido al camión con cero empatía, con cero tolerancia, y resulta que me bajé de muy buen humor, gracias a este señor.
Que no nos ganen los problemas, hay que ser receptivos, abiertos a que la vida nos sorprenda.
Hasta las próximas divagaciones.
Cero a la cero tolerancia
Uno de estos días me subo a una unidad del transporte público, sí o sea un camión urbano, no traía para nada ganas de escuchar a nadie, ocupado, ya retrasado para llegar a la chamba, y con ganas de echarle la culpa al camionero que se para cada 5 minutos, habla por el celular y se porta muy ojete con los estudiantes que pagan con tarjeta de apoyo, bueno para eso se las dan, pero esos pleitos son otra historia.
De repente se sube un señor, adultos mayores, les llaman, “su pelo ya pintaba muchas canas” y trae una bocina de tamaño mediano, la prende y se empieza a escuchar la pista de una canción.
Con el enfado y la desvelada que traía, me dije “este ‘ñorcito’, se va a echar sus berridos, y luego con esa bocina infernal, nooo, que lo calle el camionero”, pero no, de gesto serio, del que sabe que no a todos les gusta escuchar a “talentos locales”, el señor espera la pista y empieza a lanzar su cantada, yo con ganas de haber traído mis audífonos y estar escuchando algún youtuber cómico, pero oh sorpresa, acompañado de la pista de “Qué de raro tiene” del gran Vicente Fernández, sale una voz férrea, fuerte, entonada y muy agradable al oído, y entonces yo no he de haber sido el único que había puesto cara de sorpresa, porque el señor sonrió y mientras cantaba sonreía con más ganas.
Nombre, el camión se volvió el lugar de un concierto, muchos pidieron otra y sí, dado el espacio recorrido, alcanzó para otra y la otra, a la hora de casi llegar al centro que era mi destino se había echado tres canciones completas.
Mira, lo que son las cosas, yo que me había subido al camión con cero empatía, con cero tolerancia, y resulta que me bajé de muy buen humor, gracias a este señor.
Que no nos ganen los problemas, hay que ser receptivos, abiertos a que la vida nos sorprenda.
Hasta las próximas divagaciones.